La libertad no tiene precio
La necesidad económica y el deseo de darle a su hijo todo, fueron las razones por las que una joven mujer colombiana decidió aceptar la propuesta de un desconocido y viajar fuera del país con la intención de mejorar su situación. Al llegar a su destino fue despojada de sus posesiones y su libertad, su voluntad le pertenecía ahora a una red de tráfico de personas. Su mundo se derrumbó, mas no la ilusión de regresar con su familia.
A temprana edad, la protagonista de este testimonio tuvo que afrontar la responsabilidad de alimentar, vestir, educar y dar cariño a un hijo que sólo la tenía a ella, su mamá. Angustiada por cubrir los gastos del día y sin apoyo del padre, encontró tentadora la propuesta de un hombre que, como si fuera un salvador, le habló de la posibilidad de trabajar en el exterior ganando el dinero que la sacaría a ella y su familia de los penosos momentos por los que pasaban. Entusiasmada con la idea, esta joven mamá decidió que aventurarse por un tiempo al exterior y regresar a su hogar con los frutos de su trabajo y la promesa a una vida mejor, era la mejor opción.
Jamás imaginó que su sueño se vería trastocado por una red de tráfico de personas que la sometería y explotaría sexualmente. Esa fue la realidad con la que se estrelló al llegar a su destino. “Ellos me encerraron, me prostituyeron”, recuerda con tristeza. No rememora todos los momentos duros por los que pasó o las incontables experiencias de abuso que sufrió, tampoco desmenuza como sobrellevó cada día a kilómetros y horas de distancia de su hijo, sin su familia, su tierra y su felicidad.
El recuerdo que permanece en su cabeza es el de sus amigas y compañeras de realidad. “Habían muchas muchachas en mi situación, secuestradas por una banda de trata de personas”. Todas fueron vendidas a individuos inescrupulosos cuyo trabajo era lucrarse de las desgracias de mujeres ingenuas, que llegaron con expectativas diferentes.
Aunque el mundo de la joven víctima colombiana se había derrumbado, aún existía la ilusión de regresar con su familia y compartir junto a su hijo. Los explotadores la habían despojado de su libertad y poder de decisión, mas no de su voluntad por escapar de las manos de sus captores. Por ello contactó a un amigo en Colombia que, a su vez, solicitó ayuda de un cónsul para liberar a todas las víctimas y regresarlas a sus orígenes. Antes de que esto ocurriera, la colombiana encontró la brecha para salir de su hacinamiento y no dar vuelta atrás.
Su llamado de alerta y testimonio hicieron posible que los integrantes de la red de tráfico y explotación de mujeres que la tenían en su poder, fueran privados de su libertad y sancionados por la ley. Su historia ahora es feliz, a pesar de no contar con millones de pesos, porque, en sus palabras, “hay cosas más importantes que la plata. La autoestima, la familia y los sueños de una mujer no tienen precio”.
Recuerda, ¡no estás sola! Una llamada a las líneas de atención puede cambiar tu destino, liberarte y salvar tu vida.
* Los nombre y los lugares fueron cambiados por seguridad de los testigos.
Articulo tomado de #EsoEsCuento
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