La
trata de personas es un problema social que está presente en todos los lugares
del mundo y nadie está exento de caer en esta problemática; Amalia desde muy
pequeña fue víctima de trata de personas y hoy te cuenta su historia para que
no te pase a ti, conoce su relato completo en la siguiente nota.
Cuando
Amalia tenía tan solo cuatro años de edad, fue entregada por su madre al
alcalde militar de Anzoátegui en Tolima. Era el año 1963 o 1964 y su mamá, bajo
falsas ilusiones, creyó que su hija estaría mejor con una familia de recursos
económicos altos, quienes cubrirían sus estudios, la alimentarían y brindarían
comodidades que ella no podía.
La
verdad, es que los pensamientos de la mamá de Amalia se alejaban abismalmente
de la realidad. El entonces alcalde, Vitaliano Sánchez Castañeda, la llevó
hasta Bogotá y la dio al cuidado de su suegra, la señora María Odilia. Ella
tomó a la niña por esclava, la obligó a servirle y a realizar los oficios del
hogar desde tan pequeña, le arrebató su infancia y también su juventud. Durante
los doce años siguientes, Amalia fue sometida a la servidumbre por parte de esa
mujer y de la familia Beltrán de Sánchez.
Cocinar,
lavar, planchar y limpiar, eran las tareas que la pequeña Amalia debía
realizar. Así lo hiciera bien, siempre era maltratada e insultada, se le
castigaba y ofendía por la condición humilde de su origen, el campo, un lugar
del que poco recuerda. Hasta la edad de 16 años, Amalia fue explotada
laboralmente, golpeada, herida emocionalmente, torturada y abusada sexualmente
por miembros de la familia, que la pedían en “préstamo” para que aseara sus
casas.
Amalia
no asistió al colegio jamás, sin embargo aprendió a leer por su cuenta, así lo
recuerda Mónica, hija de Vitaliano y Eunice, quienes esclavizaron sin reparo
alguno a la niña de origen campesino. Mónica presenció los abusos sin entender
por qué ocurrían, porqué sus padres -y victimarios de Amalia- se comportaban
tan cruelmente con su hermana adoptiva. Era menor que ella y recuerda un sinfín
de vejámenes que dejaron cicatrices profundas en un ser inocente.
La
familia Beltrán Sánchez robó la identidad de Amalia una vez ella fue trasladada
a la capital. La nombraron Nohemí. Durante más de doce años Amalia no conoció
su nombre, no supo nada de su familia, no tuvo documentos que la identificaran
y desconoció el mundo. A principios de los años 70, logró escapar de la casa de
sus victimarios con la ayuda de una joven vecina. Mucho tiempo después, en el
año 2011, decidió contar su historia a las autoridades y denunciar a los
responsables de más de una década de maltratos.
Amalia
interpuso una acción de tutela contra Vitaliano y Eunice por la vulneración a
sus derechos fundamentales a la familia,
la identidad, la libertad, la educación y la dignidad humana. Fue reconocida
por La Corte como víctima de trata de personas y esclavitud, y se ordenó que se
le reparara por el daño psicológico.
A sus
50 años Amalia quería justicia y saber tres cosas. Primero, la verdad sobre las
circunstancias bajo las cuales el alcalde logró captarla y apartarla de su
pueblo, su familia y sus raíces. Segundo, conocer su nombre real y, tercero, el
de su madre para poder encontrarla.
La
historia de Amalia es una de tantas que existen en nuestro país y alrededor del
mundo. Fue víctima de más de una finalidad de la trata de personas y perdió
años valiosos de su existencia. Después de contar su historia, está
reconstruyendo su vida.
Tomado de #EsoEsCuento
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